.


Nirvana


Ciudad de poetas. 
De soñadores despiertos.
De pájaros de alas rotas.
De veranos muertos. 
De medias de rejilla.
De pantalones sin cinturones,
de cinturones sin hebilla. 
De zapatos con tacones.
De mariposas sin olores.
De hielo y cielo.
De asfalto y cemento enfermo...
Y yo en el centro de todo ello. 




Ella

En el ojo del huracán de tus pestañas, en la acera de enfrente, pero tan lejos... Joder. Tan lejos.

La luna está apunto de salir a ligar, Nirvana llega a mis oídos desde la puerta entreabierta de un bar y pierdo los estribos, se me escapan los sentidos, la razón echa a volar y la excitación la escupe mientras se aleja.
Cruzo el asfalto mojado. Día gris. Expectativas negras. Ruido de tacones pisando miedos. Me sigues mirando y me congelas por fuera, pero ardo por dentro y arraso el interior de mi garganta, llena de temores. ¿He dicho ya que me pones? Sí, con los ojos, que si no los paro te comerían a miradas.
Acera bajo mis zapatos de prostituta y tú a menos de dos metros, apoyado en la pared del bar, devorando un cigarro. La voz rota de Cobain rogando sexo no ayuda, Rape me me sacude las ganas de colgarme de tu cuello y acariciarlo durante cuatro inviernos. Sin embargo, los dos sabemos que no puedo. Que no debo. Tus ojos me ruegan que me vaya tras la cortina plateada de tu pitillo asesino. Déjame ser yo la que te mate a besos y no ese puñado de nicotina. Déjame ser tu puta heroína.

Clavo mis tacones frente a ti. El suelo gime. ¿Sabes cuánto me gustaría perderme entre tus dedos? Pero antes de eso, prefiero que me perdones.

Él

No seas mala, que llevo un rato sujetando a mis miradas por el cuello, pero como náufragas se pierden navegando a la deriva por tu piel blanca, casi enfermiza. ¿Qué haces por aquí, pequeña traidora? Se me quiebra el pecho y un puñal me abre el estómago con rabia. Te acercas y la calle tiembla. Qué digo, el mundo se tambalea, pero yo me quedo quieto y fumo tranquilo, como si no acabara de perder el equilibrio y el poco juicio que yo pueda tener.
Vienes de dorado y negro, como una pequeña avispa lista para picar. Ironía a flor de piel: ¿No me dijo alguien que las tías son como abejas porque van de capullo en capullo? Pues tú no, cariño. Tú eres más de ir de flor en flor. 
Maldigo a mi pequeña Afrodita con su vestido de rayos de sol y su aguijón escondido bajo los labios que resbalaron por el cuerpo de otros que no eran yo.
Se sitúa frente a mí e imanta mi brújula: ya no sé si señala al Norte, al Sur, o los rascacielos que llevas pegados a la suela de sus zapatos. Porque  a ella no la puedo mirar a la cara, y mi mirada gris se pierde por la carretera, hasta acabar en una alcantarilla que recibe mis ojos como a unos viejos amigos.

Ah sí, y doy otra calada.

Ella

Mírame, mírame a la cara. Su rostro se pierde entre mareas grises, el humo separa mis sentimientos en llamas y su pasibilidad de hielo. Me ignora. Le importo menos que nuestra banda sonora. Rape me se acaba, pero una nueva canción comienza. Nirvana arranca. Mis expectativas se calan. El motor se para. El coche al desguace. 


Mi lengua no encuentra las palabras, que mueren en mis labios. Las lágrimas abofetean mi rostro, me escuecen las mejillas, el rímel me juega una mala pasada. Si es lo que quieres, está será la última vez que me veas llorar. Y que el rencor te coma. Ojalá se te quede mi llanto grabado a fuego en la espalda.
Abandonas el cigarro a su suerte. Casi sonríes al verme en ruinas. Pero yo te quiero.

Él

Océanos en su mirada. Se me rompe en pedazos la parte del alma que no vendí al diablo. Tiro el maldito cigarro con fuerza, que se lo trague el ambiente. Odio verte así. Te odio. Me odio. Soy odio. Pero también soy lujuria, por eso quiero agarrarte de la cintura aplastarte contra mi cuerpo y que me devuelvas mi dignidad, la que disolviste con quitaesmalte del malo.
Aun nadie ha hablado, sólo Kurt Cobain, que se ha colado en nuestras gargantas y nos ha deshecho por dentro. Ahora está hablando por mí, ¿lo oyes? Mientras, acaricia su guitarra con las manos infectadas de éxtasis y aroma de Courtney Love... La letra me asfixia. Me conoce. Me mata.
...My girl, my girl, don't lie to me, tell me where did you sleep last night...

Ciudad de poetas. De soñadores despiertos. De pájaros de alas rotas. De veranos muertos. De medias de rejilla. De pantalones sin cinturones, de cinturones sin hebilla. De zapatos con tacones. De mariposas sin olores. De hielo y cielo. De asfalto y cemento enfermo. Y yo en el centro de todo ello. 
Desubicado y solo, con tus labios desgastados como única compañía, aunque a nuestro al rededor haya otros cuerpos, otros tíos. ¿Con cuántos de ellos te habrás acostado? Terminaríamos antes en una realidad paralela en la que nos preguntáramos con cuál no lo has hecho.

Ella

Cuenta atrás. En tres segundos voy a echar a correr y dejarlo todo: recuerdos rotos, fotos en blanco y (sobretodo) en negro, colillas, tazas manchadas de café solo, y tu camiseta de Nirvana, que sigue aún en el suelo de mi habitación y tendré que empezar a cobrarla el alquiler como no se vaya pronto.
3… Se me encogen las ganas de hablarte. Me hago pequeña.
2… Se ensancha el orgullo. El miedo se hace grande.
1… Tu voz. Me hablas. Me arañas. Me disparas:

           —My girl, my girl, don’t lie to me, tell me where do you sleep last night… Tarareas con la voz aterciopelada. Te ríes. Te marchas. Me envenenas. Me muero. Todo acaba. Todo acaba.





Esta es mi primar relato tipo "Ella/Él"... Tan sólo espero que os haya gustado. Deciros que es algo inspirado en mi propia vida, con emociones horribles que he sentido con Él. Aun así, los buenos momentos siempre superaron los malos. También he querido hacer varias referencias a Nirvana porque son grandes. Y grandes inspiradores también. Esta es una de las canciones a las que se refiere el texto: 
 {Where did you sleep last night}

Hasta otra pequeños-ñas, volveré después de mi viaje a Inglaterra (26 de junio). Si yu sun!

.



La Chica de los Lunares

En el retiro de tu pecho,
despacio los observé a los tres,
y después de un año hecho,
vuelven a ser libres otra vez.

Yo fui el centro de los tres,
los tres los más queridos,
al derecho y al revés,
bajo mi mano escondidos.

Eran tres pequeños lugares,
bien  escondidos, apartados,
con formas peculiares,
que pedían besos delicados.

Dieron uno, dos y tres besos
repartidos con malabares,
mis labios, amantes como presos,
dedicados a tres lunares...


...

        —Dicen que siguiendo el recorrido de tres lunares siempre se forma un triángulo... —el aire me trae sus palabras de terciopelo, mientras su dedo choca contra la segunda peca de mi cintura— ...Y que tener uno en la piel es augurio de buena suerte.
Siento su índice resbalando hacia mi abdomen, pero bajando del tren un centímetro antes de la parada de mi ombligo, donde le había estado esperando impaciente la tercera marquita imperfecta de mi piel, con los brazos cruzados por la tardanza.
—Pues será un triángulo invertido entonces... —Suspiro con pesar. Hacía mucho que la vieja suerte se evaporó, concretamente con el humo de un café irlandés muy caliente que bebí de niña, en el Dublín de 1929... Hasta hoy a las tres de la madrugada, cuando la anciana suerte debió calarse las botas de fiesta y volvió a rozarme con sus pestañas plateadas.
—¿Cómo puedes decir eso? Tú eres suerte.
Mis ojos abandonan el paisaje muerto de un techo vacío y se posan como mariposas en las pupilas negras de mi explorador de lunares.
—Yo no soy suerte. Yo sólo soy esos dados que repiquetean unos contra otros dentro de un cubilete de madera parda justo antes de salir al campo a batear, acaban rebotando contra una ruleta roja y negra y revelan los números que llevan tatuados en los costados... Pero nada más.

Un resumen de cinco líneas sobre lo sucedido aterriza en helicóptero sobre mi mente. La jugada que nos llevó a la gloria se me vuelve nítida, a pesar de las cervezas de por la noche, los besos de madrugada y el café de mañana...
                  
»Última ronda. El croupier reparte los dados. Mi pequeño explorador y yo nos miramos, recordando aquel camping de caravanas en el que nos habíamos criado. Apenas una milésima de segundo después éramos una pareja de críos que jugaban a comerse la piel. Centésima después él me agarraba de las manos, y colocaba bajo éstas un cubilete... Recuerdo como me temblaban éstas al arrojar los dados. Pero esos dedos de gelatina resbaladiza,  que titubeaban ante la mirada atenta de un muchacho moreno de pelo revuelto, rozaron la gloria; y los números tintados de color cereza revelaron una tirada maestra. La chica de los lunares y el explorador dejan el camping, eso fue lo que escuché cuando en los oídos de los demás se oyó algo distinto: "Un millón de dólares para el caballero y la señorita." Surrealismo a flor de piel; parecía mentira que una voz tan seria nos estuviese dando una noticia tan increíble. Tras un momento de magia improvisada, una montaña de fichas redondas se derrumbó a la altura de nuestros ombligos. Gritos, un beso, dos y después tres. Miradas atónitas.

Vuelta al presente. A las mariposas que se posan en los ojos negros de un explorador de triángulos de las Bermudas hechos con lunares.
—¿Sabes qué es lo primero que voy a hacer con el dinero? —Me sonríe con los ojos azabaches más brillantes que nunca— Compraré un rotulador, el que más aguante el paso del tiempo, y te uniré estos tres lunares.



Os presento nuevo diseño, nuevo nombre y a la Chica de los Lunares, un personaje que surgió en mi cabeza la pasada noche,  cuando alguien especial me dijo que me recordaría por eso mismo, por mis cientos de lunares.  Después me puso ese sobrenombre y me enamoré de él. Fue amor a primera mixta. El poema es original de Peponita, y me encantó nada más leerlo.  Los versos que se muestra aquí han sido modificados para acoplarse a la historia.

.


Miss Birth


"Miss Birth" en principio, era un único microrrelato. Luego vinieron otros dos. Pero, tras remodelar el blog, he decidido agrupar los tres en esta entrada. Los encabezo con la fecha de publicación, eliminando las notas que escribí (en su día) al final de las entradas, excepto la del tercer y último micro (la única importante, que desvela el meollo de la cuestión). Sin extenderme más, os dejo con "Miss Birth".


. 5/12/11 .

Me gustaba dormir con el burbujeo de una emisora rota de interferencias. Anoche habló el Papa y me quedé estupefacto. Dejé la radio encendida hasta que el locutor me deseó buenas noches y yo seguí quieto en la cama. ¿Y si la despierto y se lo cuento? Me preguntaba dando vueltas a las palabras del Pontífice. Acerqué mi narizota hasta su cuello frío y respiré el aroma a polvos de talco que aún conservaba. Duerme por fin, pero... si supiera lo que he escuchado, me repetía. No quería causar más dolor, sin embargo necesitaba estallar y gritárselo aunque fuera a la luna. Las yemas de mis dedos rozaron la cicatriz por debajo de su vientre, ella se encogió sujetándose las rodillas contra el pecho y ya no pude callar más: Birth... ¿Sabes lo que ha dicho el Papa? Que no existe el Limbo. Esperé un momento para seguir hablando pero enseguida la oí llorar.


. 27/12/11 .

Anoche cometí un error. No debí encender esa maldita radio. Caí en la cuenta al oírla llorar a oscuras, escondiendo sus sollozos entres nuestras sábanas. Saboreo ahora un café, amargo como los pasos descalzos de Birth por la moqueta. Camina con mi camisa a cuestas, muslos desnudos , mirada perdida. Siento lo de anoche, digo absorto en mi café. Birth interrumpe sus pasos de baile y se desploma sobre una butaca. Deja salir un suspiro ahogado de su garganta. Me hiciste cosquillas, dice, y se recoge las rodillas con los brazos. En la cicatriz. En mi cicatriz. Me mira con los ojos empañados de furia y dolor. Birth nunca se enfadaba. Por eso ahora me resultaba casi destructivo mirarla. Entonces se levanta, y posa sus diminutos pies en la moqueta de nuevo, avanza hacia mí y me susurra: Nunca, NUNCA hagas cosquillas a un dragón que duerme. Abro la boca para hablar, pero Birth ya se ha ido.

. 20/01/12 .

A traspiés, entré en la habitación. Y allí estaba ella, hecha jirones. Tirada sobre un puñado de fríos azulejos. Su cara mantenía una expresión inerte y tenía los ojos hinchados, como si alguien la hubiera apaleado. ¿Y no era así? ¿No la habían apaleado las palabras? Recordé entonces lo que la había llamado el niño de los Green: “Miss Birth”; dijo que se lo había oído a su padre. Rodé a su lado. Le mataré, murmuré furioso. Le mataré por ti, cariño. No seas tonto, sollozó. No es eso lo que me preocupa, por mí los Green se pueden ir al cuerno… Pero eso… Eso que dijo el Papa… Eso de que el Limbo… No existe, tembló. ¿Y si es cierto? ¿Dónde estará nuestro hijo si eso es cierto? Oh, Birth. Mi pobre Birth. La abracé, tan fuerte que crujieron sus costillas. Y entonces dí con la respuesta, que se enfrascaba a su vez en otra pregunta: ¿Recuerdas cuando el doctor dijo que el bebé debía tener algún problema que le habría impedido sobrevivir por sí solo? Birth sonrió, claro que lo recordaba, qué cosas digo a veces... Como también recordaba con que furia espeté: "Mi hijo, Doctor, esté donde esté, es perfecto".


~Miss Birth, en inglés, suena igual que 'misbirth' que en español significa “aborto”.

.


Las nubes de Alaska

Una vez Valya escribió algo en la nieve. Extendió uno de sus dedos finos y lo arrastró por el suelo helado, a su antojo. Quería sentir algo al hacerlo. Lo que fuera. Dolor, angustia, frío, congoja, pena… Lo que fuera. Terminó la D y no percibió siquiera una lágrima de aquellos sentimientos. Ni un suspiro. Pero prosiguió pintando en busca de ellos, e hizo de su dedo desnudo un pincel de tinta negra al deslizarlo sobre la nieve. Trazó una A, luego una N, y se miró la mano en busca de Frío. A pesar de que tenía el índice amoratado, no lo encontró ni a él, ni a su rastro helado. Valya seguía sumida en la esperanza de sentir, pero aun habiendo terminado la K, siguió tal y como estaba. Vacía. Sin alma. Sin él.
Es exasperante, se dijo apretando la yema contra la nieve aún más fuerte... Exasperante. Y mientras acababa la O, se preguntó si acaso sería verdad eso que decían sus vecinos, eso de que estaba loca, de que a Valya, la Rusa, la faltaba un tornillo. Que se había olvidado de vivir. Que ya no era… Que ya ni siquiera era humana.
'D.A.N.K.O', deletreó una voz a su espalda, interrumpiendo sus pensamientos. Un susurro dulce, como un coro de ángeles. Se trataba de una mocosilla con el pelo tan níveo como las nubes de Alaska, los mofletes sonrosados y unos ojos azules capaces de comerte el aliento de un bocado.
'Danko...', repitió la niña, confusa. ¿Qué es eso? ¿Qué significa? Valya se quedó por un instante congelada, asustada de la calidez de ese ser inoncente. Hacía mucho que no hablaba con nadie tan caliente, y temía derretirse. Significa… Significa... Dubitó Valya. Significa amor. Puro, sin esperar nada a cambio. Y dulce. Dulce como el algodón de azúcar. Y Ridículo. Eso de no poder vivir sin la otra persona, concluyó. Las dos se quedaron unos segundos en silencio. Valya sin esperar que la niña entendiera. La cría intentando entender.
Vaya… Murmuró la pequeña. 'Entonces, ¡yo quiero un Danko!' Gritó emocionada. Así, una lágrima gélida atravesó el pómulo de Valya. Y allí estaba, ese daño, ese frío que antes buscaba. 'Y-Yo también quiero un Danko…' Rodó otra gota salada, que acabó en sus labios. Una tercera cayó al vacío y se fundió en la nieve. La niña al observarla borró su sonrisa, la limpió la mejilla con sus manitas, enfundadas en dos guantes lilas diminutos, y la besó la frente mientras se quitaba su gorrito violeta. Cogió las manos heladas de Valya, que ahora ya no podía parar de llorar, y las introdujo en él.



No se puede tocar la nieve sin guantes, le susurró la niña al oído. Porque duele.



Perdón por esta entrada tan... tan... "arg". Pero no la encontraba arreglo. Ni magia. Al final la he subido, espero que al menos entretenga.